lunes, 2 de julio de 2018

"Beirut", las mentiras gratuitas, las mentiras necesarias

El imperio hará lo necesario para sobrevivir y las demostraciones de fuerza tendrán solo una regla: que sean visibles para causar temor. A pesar de la distancia en el tiempo la anecdota de "Beirut", de Brad Anderson, es impactante y muestra fiel de los juegos sangrientos por el poder.

El imperio no tiene sentimientos, se rige por conductas violentas que pueden ser públicas según las circunstancias de todo tipo y aunque estén en una vitrina, un foro, podrán ser muestra del cinismo y maldad sin que, aparentemente, dañen a los dueños del teatro bélico que esta al servicio del poder global.


El imperio esta muy bien retratado en esta cinta que fue una historia de café durante mucho tiempo y que a más de 30 años de los hechos que narra subterráneamente, tiene una gran actualidad. El filme fue aclamado en el Festival de Cine Independiente Sundance y presenta una historia contada con "palitos y manzanas" para tratar de explicar algunos pormenores del conflicto bélico en el Medio Oriente.

El imperio toca y lo que no destruye lo corrompe. Divide y elimina la colonia para mantener su reinado, Líbano es el ejemplo perfecto. El antiguo territorio francés, inglés, fenicio... Arde desde hace 40 años, fue escenario de un cruenta y absurda guerra civil y en estos días es un terreno pantanosos para la diplomacia y los señores de la guerra.

"Beirut" muestra en dos momentos, un escenario caótico donde la redención y la bondad son rarezas en un mundo enlodado que confunde todo, bien con mal, vida con muerte, virtud con pecado. En ese infierno nadie se salva y todos sucumben a la tentación del poder y violencia.

La cinta del director de "El maquinista" y "Llamada Mortal", parte de un guión de Tony Gilroy que es actual y panorama general de la enredada historia contemporánea del pequeño país acosado por los poderosos del mundo.

En la historia, John Hamm caracteriza al agente de la CIA Masón Skyles, un experto en Medio Oriente que sufre un trauma, se aleja del escenario y regresa a la acción de forma automáta, guiado por la bondad, por el absurdo de la redención y de terminar una tarea inclonclusa.

La cinta es un buen ejemplo del descaro con que actúa el imperio y la indolencia de los actores que se mueven como títeres en el escenario.

A la manera de las novelas de John LeCarre, "Beirut" se aleja de las películas de Seals y otros comandos imperiales, para mostrar una anécdota creíble, desgarradora y lamentablemente actual; parte de hechos históricos aislados que están muy bien tejidos para estructurar una aventura en Beirut durante la guerra civil que está latente.


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