sábado, 23 de noviembre de 2013

POLÍTICAS CULTURALES



Los Chanates con Demián Flores en el inicio de su proyecto de Cumbia Laguna, noviembre 2103.
Cierre del Festival de la Palabra, noviembre de 2013.
La cultura y la burocracia no se llevan bien. Los proyectos culturales en Coahuila, co patrocinados por el estado , no siempre tienen buena fortuna en las ventanillas de la burocracia  en la capital del estado.

Los tiempos están cambiando y los creadores coahuilenses reclaman apoyos  efectivos  y oportunos para hacer reales proyectos comunitarios  e individuales y de grupos de creadores.

Un aspecto sustancial en la vida cotidiana de la cultura es el pago oportuno de los compromisos  que el estado y la iniciativa privada adquieren durante el año,, a cambio de manifestaciones culturales que deben ser auditadas por los mismos patrocinadores, incluidos aquellos proyectos auto sustentables en colectivos como el taller de grabado “El Chanate”.

Es necesaria la profesionalización del quehacer cultural, la gestoría  es sustancial para que esto avance adecuadamente, pero ¿a los poderosos les conviene que el pueblo  tome conciencia de su realidad y exija más y mejor cultura, por ejemplo? ¿No será mejor para ellos ofrecer migajas adornadas de cultura?

La responsabilidad  debe ser compartida, la receta de “papá gobierno” no debe funcionar más el creativo sentado en  una cafetería mientras diseña y sueña con proyectos improbables. Hay una responsabilidad social en  el quehacer cultural y en esa tarea deben estar el estado , la iniciativa privada y el colectivo cultural… porque el romanticismo es una corriente del siglo XIX que debe desaparecer.

Los burócratas  también son ciudadanos, muchas veces son artistas y promotores que de pronto llegan al otro de la ventanilla y dejan de batallar para dedicarse  a comer gorditas tras el mostrador y fraguar proyectos de intriga de palacio y quedarse eternamente en el presupuesto; por las buenas o por las malas.

Coahuila necesita burócratas actualizados, comprometidos con su tiempo y su pueblo, artistas y promotores culturales concientes de su realidad y que se profesionalicen, que brinquen la raya de la mediocridad, de la   queja eterna.

Se debe aprovechar que el ámbito de la cultura permite más  una comunicación pronta entre gobierno y gobernados, no hay la distancia de otros aspectos de la vida ciudadana, el pintor y el actor pueden hablar más fácilmente  entre pares, con los administradores de la cultura y eso debe permitir una vida más activa, crítica, objetiva y en beneficio de quienes no tienen voz y reciben lo que se les lleva, sea cualquiera el concepto de cultura que se  manifieste en su plaza, auditorio o teatro.

El trabajo debe ser comunitario para la formación
de nuevos públicos en todas las áreas de la cultura. La agenda está llena de demandas, de necesidades apremiantes, de tareas inconclusas, a todos conviene llenar esos huecos, terminar esos pendientes, pagar a tiempo el quehacer cultural de todos y no solo de los que tienen renombre nacional o internacional.










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