martes, 2 de enero de 2018

"EL ERIZO" RECOMIENDA: SOLO EL AMOR SALVA

Había una vez en una ciudad sofisticada, una niña que lo sabía todo, una portera que vegetaba, un nuevo inquilino dispuesto a arriesgar en la vida y una historia urbana donde "El erizo" confirmó, una vez más, que solo el amor salva.
La niña piensa en el suicidio, la conserje se refugia en su pequeño mundo y el nuevo vecino es la imagen del buen vivir.
Todos coinciden en la anécdota "El encanto del erizo", ópera prima de Mona Achache, a partir del libro de Muriel Barbery, una deliciosa película muy francesa donde todo es motivo de elegancia y reflexión positiva. La cinta cautiva al espectador desde las primeras imágenes y lo atrapa con un guión inteligente, con momentos como los siguiente,
Renee: Ella no me ha reconocido.
Ozu: Eso es porque no la ha visto nunca.
O
Manuela: en este edificio no se deja salir al gato, aquí no se deja entrar a la portera.
Y es que Renee, la conserje, dice de sí: no tengo estudios, siempre he sido portera, discreta, fea, vieja, gruñona...
Con este esquema, Achache arma una anécdota, sencilla, humanista, crítica y con detalles muy divertidos, en ella encontramos una serie pequeña, pero estupenda, de personajes que nos conmueven porque nos son familiares y porque nos conmueven por su frescura y credibilidad.
El reparto es muy bueno,la pequeña actriz Garance Le Guillermie, es la superdotada Paloma, una niña fuera de lugar; Josiane Balasko es la conserje, Tigo Igawa interpreta al señor Kakuro Ozu y la familia de Paloma es caracterizada por Vladimir Yordanoff, como el padre que vive otra realidad, la mamá es Anne Brochetas y la hermana mayor es caracterizada por Sarah Le Picard.
Todos ellos están muy bien en esta cinta de 2009 sobre la amistad entre una niña de 11 años y una viuda de 54,  que de muchas formas viven al margen de la sociedad capitalista y no tienen la mínima intención de ser parte de la masa a la que, aunque no lo quieran, pertenecen.
"El encanto del Erizo" lleva al espectador por un pasillo sencillo, discreto y encantador, que conduce a la única receta que se elabora al tanteo, sin medidas: el amor.
Se trata de una pequeña historia de hadas, donde no hay hadas y que nos golpea a cada instante con una música efectiva de Gabriel Yared y un discurso mínimo, que nos hace voltear al lugar correcto, al rincón donde Cupido es algo más que parte de la mitología mercantil de nuestros tiempos.
La cinta francesa se puede ver en muchas plataformas, es una buena oportunidad para reflexionar en una tarde fría y quizá hasta con lluvia, sobre un detalle: vale la pena seguir nuestra vida de la misma forma?

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